¿Sabías que la mayoría de las impresoras que existen en el mercado tienen implantado un microchip cuya función es contar las impresiones que realiza?
El objetivo de este recuento automático es simplemente identificar cuando la impresora debe empezar a fallar y hacer que su usuario (el consumidor final) se vea obligado a comprar otra, ya que aunque la lleve al servicio técnico, el mensaje siempre será el mismo:
-¡no se moleste en repararla! Le va a salir más caro que comprar una nueva. Tenemos una amplia oferta de impresoras desde sólo 50€….
Es decir, la impresora desde el momento de su fabricación ya lleva programada una fecha de caducidad que va depender del número de impresiones que realiza.
Este mismo concepto de obsolescencia programa es aplicable a la inmensa mayoría de los artículos que compramos habitualmente, juguetes, aparatos de video, de sonido, teléfonos, ropa, calzado, bombillas, bolígrafos, electrodomésticos….
Sabías que en 1985 los principales fabricantes de bombillas crearon un “cartel” (agrupación de empresas para dominar un mercado específico) por el que se establecía que no se podrían fabricar bombillas que funcionasen más de 1000 horas, ya que de lo contrario el negocio no sería rentable. A pesar de que ya entonces existía tecnología para fabricar bombillas que durasen más de 2500 horas, hoy en día, se siguen comercializando bombillas que duran unas 1000 horas. En definitiva, están programadas para no durar más.
El concepto de obsolescencia programada sintetiza perfectamente nuestro sistema de consumo desproporcionado, basado en comprar, usar y tirar… y de nuevo comprar, usar y tirar. Pero, ¿es compatible un consumismo ilimitado en un planeta con recursos limitados?.
¿Sabías que Apple cuando comenzó a comercializar su IPOD, introdujo en los equipos baterías que no funcionarían más de 18 meses. Lo paradójico era que cuando pasaban los 18 meses y la batería fallaba, debías tirar el aparato cuyo coste oscilaba en torno a los 400$, ya que Apple no tenía servicio de sustitución de baterías y no las comercializaban por separado. El consumidor sólo podía hacer una cosa, quejarse.
Varios de estos usuarios llevaron a Apple a juicio conjuntamente y ganaron el juicio en EE.UU.en Diciembre de 2000. Apple tuvo que indemnizar a los usuarios y crear un servicio de recambios, ya que diferentes técnicos demostraron que las baterías se habían fabricado teniendo en cuenta que su vida no debía exceder de 18 meses.
Todo esto me lleva a varias reflexiones:
- ¿está nuestra propia vida también programada para que quedemos obsoletos?
- ¿vivimos conscientes de que a medida que pasa el tiempo la misma sociedad nos va considerando obsoletos para ciertas cosas en función de nuestra edad y estado?
- ¿es sostenible este sistema económico basado en el consumo sin fin?
La naturaleza no genera residuos, todo lo que se genera a través de ella, se recicla y sirve de sustrato para las nuevas creaciones, pero las fábricas actuales no funcionan así y los residuos son enviados en silencio y sigilosamente a países tercermundistas como Ghana, que son usados como vertederos de los países del primer mundo. Esto genera un problema cada vez importante para países como Ghana, ya que no tienen recursos para gestionar dichos residuos y tampoco para tratarlos y reciclarlos.
¿Será necesario un decrecimiento económico para restablecer el equilibrio, para que se produzca un cambio de paradigma y de cultura? ¿Estaremos dispuestos los habitantes del primer mundo a reducir nuestro consumo en beneficio de toda la familia humana y del propio planeta?
LA SOCIEDAD DE CONSUMO NOS VENDE CONSTANTEMENTE QUE PARA SER FELICES DEBEMOS CONSUMIR Y ADQUIRIR TODOS LOS PRODUCTOS DE MODA. SI ESTO ES CIERTO, DEBERÍAMOS DE SER TODOS IMENSAMENTE FELICES ¿NO?
Gandhi decía: - “Vivimos en un mundo lo suficiente grande para satisfacer las necesidades de toda la humanidad, pero sin embargo el mundo se vuelve pequeño cuando lo que se intenta es satisfacer la avaricia de solo unos cuantos”.
La reflexión está servida, te invito a meditar sobre ello.